ilustración: blog ansiedad brutal
Los niños de los vecinos gritan, los vecinos gritan a los niños, los cobradores de combi gritan, algunos comerciales de radio gritan, algunos de televisión también, mucha gente habla a gritos. Nos estamos convirtiendo en una sociedad de sordos. O de maleducados.
Porque a la cacofonía urbana de bocinas, sirenas, ruidos varios y golpes de rompedores de pistas hay que sumar los gritos. La contaminación auditiva es altísima y especialmente cuando alguien de una casa cercana decide dar una fiesta que se supone privada, pero cuyo sonido invade el vecindario, impide dormir y estimula a perros y alarmas de autos.
Nada puede hacerse? No lo sé.
Mientras muchos (muchísimos) se ensimismen en sus audífonos y circulen como zombies; se hable por celular yendo a pie o manejando como si fuera tan urgente y la última conversación de la vida y los oídos se acostumbren a cercanías sonoras continuadas, seguiremos escuchando el griterío. Porque hay que gritar para que un sordo escuche y como la mayoría tiene los oídos ocupados por sonidos o dañados por lo mismo, los decibeles hacen saltar las agujas de la tolerancia. Y los que solemos escuchar más o menos bien, sufrimos de la agresión sonora, que poco a poco cobra víctimas.
Y entonces uno se enoja, responde de mal modo o manifiesta su fastidio negándose a cualquier cosa.
Cómo dice? No le oigo!
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